Puerto

Desde principios de siglo empezaba mis viajes llevando un cuaderno azúl.
Descargaba la mente en ellos intentando soltar peso.
El lastre esparcido por las hojas acumulaba cuadernos.
Tuve que enumerárlos para aparcárlos cuando estaban llenos.

El objetivo era el orden.
Aún creía que fechando y guardando imágenes y textos me estaba acercando a él.

Ahora que pasó el tiempo entiendo que el viaje al orden dura un segundo
y se hace sin esfuerzo.

Desde la tranquilidad del que al fín se ha rendido,
dejándo atrás toda lucha y promesa de cambio.

Desde la actitud canalla de no querer intentarlo más.
Entonces sucede el milagro.